Contrario a la sorpresa que para muchos a nivel mundial generó ver el ataque al Capitolio en Washington el 6 de enero de 2021, para otros era algo que podía esperarse tomando en cuenta que incluso antes de las elecciones presidenciales en EE.UU., el entonces presidente Donald Trump ya anunciaba que solo había una razón para explicar su eventual derrota, haciendo clara alusión a “el fraude”, así que era lógico que tampoco la aceptarían sus seguidores y menos los más radicales.
Lo cierto es que Trump perdió los comicios, y en víspera a la transición de poder del nuevo presidente, miles de simpatizantes republicanos se congregaron en torno al Congreso protestando por un supuesto fraude en los comicios.
Al menos 800 de ellos lograron entrar por la fuerza al edificio, donde asediaron a políticos, golpearon a policías y causaron graves destrozos. Cinco personas murieron y decenas resultaron heridas.
Las investigaciones continúan, para muchos se trató de un levantamiento o incluso de un intento de golpe de Estado, orquestado por el propio Donald Trump. Aunque para los republicanos no fue más que un “derecho legítimo” a la protesta, ante lo que consideraban unas elecciones amañadas.
Una comisión extraordinaria del Congreso investiga aún el papel del exmandatario en lo ocurrido, mientras que el propio Trump mantiene su versión de los hechos: “El 6 de enero tuvo lugar una protesta, sin armas, contra las elecciones manipuladas”.