Según sea el color de los manifestantes, así también será la respuesta de las autoridades y fuerzas del orden estadounidenses.
Estados Unidos vive una cortina de humo. Prevalecen las mentiras, vergüenza y traición. Así, el vandalismo y privilegio anglosajón colaboran con las fuerzas del orden para mantener el status quo. Entre seflies con policías, los símbolos solemnes fueron pisoteados, cubiertos de excremento o robados por una turba enardecida de Trumpistas armados con fusiles de asalto, explosivos y todo el repertorio de slógans del cuasi dictador que les ordenó cometer los atropellos.
Lo cierto es que con Trump -quien al final tuvo de reconocer su derrota- no comienza, ni acaba el racismo en Estados Unidos. Mientras los cuerpos de color se apilan a resultas de las balas de la policía, terroristas anglosajones explotan su color/privilegio para derrumbar a patadas la tenue democracia. Aquel mecanismo, invertido en su propia lógica y repetido hasta la eternidad en la verborrea de Trump se pudo comprobar con lujo de detalles durante los últimos cuatro años.
Pero más allá de esto, los eventos vienen a confirmar lo que todos sabían: que el color del adversario determina el saldo de víctimas, y que cuando las fuerzas del orden se enfrentan al malestar social -por uno u otro motivo- lo que más importa no es el daño a la propiedad pública o la esencia de la protesta, sino el color de quién la integra.
El fenómeno descrito en este reporte no solo se limita a las interacciones de las fuerzas del orden con los segmentos de la población en desacuerdo con las políticas gubernamentales; el escenario también se extiende al poder judicial, lugar en donde ocurren las mayores injusticias motivadas por el racismo institucionalizado.
Por ejemplo, estos activistas por las Vidas Negras enfrentan serios cargos por manifestarse en contra de la brutalidad policial. Se les amenaza con la Ley RICO, instrumento diseñado para combatir a la Mafia y organizaciones corruptas. Mientras tanto, en la otra cara de la moneda, terroristas de la extrema derecha salen libres con cargos menores o simples amonestaciones. Trump, su familia y entorno, pertenecen a dicho esquema y la posibilidad de que estos terminen en la cárcel es demasiado remota como para considerarse, a pesar de las mejores intenciones.
Marcelo Sánchez, Miami.