“Yemen va camino a convertirse en un Estado fallido”... “un Estado inviable” con difícil vuelta atrás.
Así lo ha estimado la Organización de las Naciones Unidas (ONU), desde un tiempo atrás, al mismo tiempo que ha venido haciendo intentos por reunir donaciones que permitan paliar el hambre, parte de la crisis humanitaria del empobrecido país.
Además, las Naciones Unidas han venido dando pasos para negociaciones y diálogos que conlleven a un alto el fuego en el conflicto. De los 6 años que ya lleva la agresión saudí en coalición, han sido varias las ocasiones en que han intentado mediar con enviados especiales para mesas de trabajo. Ninguna ha concretado el fin del accionar del agresor.
El Acuerdo de Estocolmo, en Suecia, es uno de los más recordados. En 2018 fue presentado en varias ocasiones como un primer paso hacia la paz, pero solo logró un alto el fuego limitado en la región de Al-Hudayda y el establecimiento de la misión de la ONU en dicha ciudad.
Mientras, el campo de batalla sigue estando caliente, con una resistencia yemení que no es la misma del 2015, y que ya ha logrado asestar bajas al enemigo, a la hora de defenderse.
¿Qué ha pasado o qué ha dejado de pasar para que estas conversaciones no hayan radicado en un término feliz, sobre todo para la parte más afectada?
Generalmente en la agenda de los diálogos se abordan puntos en común, como el alto el fuego, la ayuda humanitaria internacional, la apertura de los puertos y aeropuertos para los envíos humanitarios, el abandono de las armas y el compromiso de los líderes políticos a no recurrir a la guerra, pero mientras esto se debate, parece que “el árbitro”, en este caso Naciones Unidas, está dejando por fuera la condena y la presión al agresor, el reino de los Al-Saud.