Aún luego del final de la Guerra Fría en 1989, las relaciones entre EE.UU. y la antigua Unión Soviética siguieron generando noticias en caliente, por sus sistemas políticos opuestos, sus potencialidades y rivalidades en sectores vitales como la economía, la tecnología, las relaciones y ejes internacionales, y un sin fin de factores.
En pleno siglo XXI no ha sido la excepción. Pero desde la llegada al poder en EE.UU. de Donald Trump y con Vladimir Putin al frente del Kremlin, las relaciones se fueron en picada.
Un entramado de acusaciones de injerencia electoral y espionaje, a la par de un auge de Rusia como potencia, entre otros puntos supusieron que Washington viera en su mira al país euroasiático.
Pero el momento de Trump pasó, llegó el demócrata Joe Biden a la Casa Blanca, y las expectativas generadas sobre la posible nueva política del norte hacia Moscú se cayeron, tensando mucho más la cuerda entre ambos.
Por ello luego de los cruces y tensiones entre ambos mandatarios, el apretón de manos visto desde Suiza, entre Joe Biden y Vladimir Putin no era muy esperado.
¿Necesitan EE.UU. y Rusia ser contrapartes constantemente y estar al filo de la tensión?