El Gobierno de Brasil hace caso omiso a las demandas de los indígenas que ya han llegado al límite, lo que podría pasarle una enorme factura, opina un analista.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se enfrenta cada día a más críticas e insatisfacción del pueblo. Este lunes, miles indígenas han empezado una semana de movilizaciones en Brasilia (la capital) para presionar al Congreso y la Corte Suprema en momentos en que arrancan las discusiones de proyectos y casos cruciales para el futuro de sus derechos y territorios.
En una entrevista concedida este lunes a la cadena HispanTV, el analista internacional Aníbal González ha indicado que las manifestaciones serán sofocadas por la fuerza policial y podría “correr sangre”, debido a que los indígenas ya no tienen esperanzas de que el Ejecutivo actúe ante sus pedidos.