Las mujeres participaron por primera vez en los Juegos Olímpicos en 1900, cuando se celebró este evento deportivo en Francia.
En aquel entonces, la principal preocupación radicaba en que los cuerpos de las mujeres, cuando practicaban deporte, distraían a los atletas masculinos, por lo que tenían que cubrir la mayor parte de sus cuerpos.
Desde entonces, la escala se ha desplazado al extremo opuesto del espectro, con atuendos que sexualizan abiertamente los cuerpos de las mujeres en los últimos años.
En el período previo a los Juegos Olímpicos de Tokio, el equipo femenino de balonmano de playa de Noruega acaparó los titulares. En su batalla por usar uniformes menos reveladores, usaron pantalones cortos durante un partido con España y, en consecuencia, fueron multadas con 150 euros por jugadora, por no usar braguitas de bikini.