Colin Powell, exsecretario del Estado de EE.UU. durante la presidencia de George W. Bush, murió a los 84 años, debido a complicaciones causadas por la COVID-19.
La familia de Powell ha precisado este lunes que la influyente figura republicana estaba siendo tratada, tras contagiarse de COVID-19, en el centro médico nacional Walter Reed en Bethesda, Maryland, donde falleció, pese a haber recibido la dosis completa de la vacuna contra el coronavirus.
El exsecretario de Estado padecía un mieloma múltiple —un tipo de cáncer de sangre que pudo hacerlo más susceptible a los síntomas de la COVID-19— y tenía la enfermedad de Parkinson.
La mancha de Powell que condujo a la invasión de Irak
Powell, neoyorquino de nacimiento (1937), fue el primer secretario de Estado afroamericano de la historia de EE.UU. y una pieza clave en la política exterior de varias administraciones de final del siglo XX y principios del XXI. Juró como secretario de George W. Bush en enero de 2001, puesto que ocupó hasta enero de 2005.
El 5 de febrero de 2003, Powell, en nombre de la Administración del entonces mandatario, presentó información deficiente ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) para abogar por la guerra de Irak, que afirmaba que la dictadura de Sadam Husein poseía armas de destrucción masiva que suponían una amenaza para el mundo.
La afirmación se convirtió en el principal ejemplo de las mentiras de Washington, con lo que justificaba una intervención militar en Irak. Más de dieciocho años después, ese supuesto armamento nunca ha sido hallado.
Con esta acusación falsa, Powell no logró convencer a los miembros del Consejo de Seguridad para respaldar a Washington, pero sí ayudó a mover a la opinión pública estadounidense a favor de una guerra que Bush lanzó seis semanas después.
El secretario de raza negra, que dejó la Administración de W. Bush en 2005, mostró en repetidas ocasiones su lamento por su “información equivocada” en la ONU, lo que llamó una “mancha” en su historial.
“Estoy enfadado sobre todo conmigo mismo por no haber olido el problema. Mis instintos me fallaron. No fue de ningún modo mi primer fallo pero fue uno de los más trascendentales, el que tuvo un impacto mayor”, escribió en un libro de memorias que publicó en 2012.