La ONU advierte que uno de cada dos afganos sufrirá de inseguridad alimentaria a partir de noviembre, si no se toman medidas urgentes para impedirlo.
El hambre no es un fenómeno extraño en Afganistán. Al menos, durante las últimas dos décadas, con la invasión estadounidense del país, muchos afganos lo han vivido en carne propia. Pero, ya, el Programa Mundial de Alimentos (PMA), de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que la inseguridad alimentaria entra en una nueva fase.
La crisis en este país asiático ya es mayor en escala que la que enfrentan Yemen o Siria. Y si la comunidad internacional no da pasos serios, dice las Naciones Unidas, más de la mitad de los afganos vivirán uno de los inviernos más oscuros de su vida.
En un país, donde la guerra ha sido pan de cada día, para sus ciudadanos, el cambio climático no ha sido menos violento. 25 de las 34 provincias del país se han visto afectados por una sequía grave con incalculables daños en los cultivos y la ganadería.
Además, la vuelta de Talibán al poder en agosto pasado ha resultado en el colapso de los servicios públicos, una grave crisis económica y el aumento de los precios de los alimentos. Talibán, por su parte, lamenta que los castigos económicos de los países occidentales han empeorado la situación.