Washington D.C. parece una zona de guerra, irónicamente esto ocurre para dar término a un mandato que promovió la división y la violencia.
Los crímenes que este Gobierno cometió los paga toda la capital, tras las rejas y en custodia de las autoridades. Así es irónicamente como Donald J. Trump pasa sus últimas horas como presidente de Estados Unidos: enjaulado —en alerta máxima— junto a sus correligionarios en el Legislativo y Judicial.
Correligionarios que hoy se encuentran bajo escrutinio por colaborar con los insurgentes que vandalizaron todos estos edificios que hoy se encuentran detrás de estas alambradas y operativo de alerta máxima.
Este matrimonio vive al frente del Capitolio vandalizado. Pero no solo eso, también son testigos de lo que cuatro años de fascismo le pueden hacer a una nación. El trumpismo llegó para quedarse. De hecho, siempre existió, solo que antes esta lacra tenía otro nombre. Hoy más de 25 000 tropas custodian la capital. En contraste solo hay 5000 soldados estadounidenses en Iraq y Afganistán.
Existe la alerta de que los terroristas de la ultraderecha anglosajona podrían dejar explosivos en distintas partes de la ciudad. Aparentemente en esta intersección las autoridades encontraron una maleta que se veía sospechosa y alguien la reportó.
En muchos sentidos pareciera que los estadounidenses viven encerrados con el enemigo en casa propia: muchas de estos efectivos —en vídeo— obedecen al orden democrático y Constitución. Sin embargo, la incómoda realidad es que distintos segmentos de las fuerzas armadas y del orden también están activamente involucradas en logias neo nazis.
Con todo y así, tras las rejas (destino que podría esperarle) Trump utiliza sus últimos momentos para perdonar a criminales y miembros de su entorno, tratando de asegurarse de bloquear el curso de su actual juicio político y la posibilidad de litigios a mediano y largo plazo.
Marcelo Sánchez, Washington D.C.