El último día de septiembre, un avión israelí aterriza en el aeropuerto de Manama. El ministro de asuntos exteriores de Israel está inmerso en una misión histórica.
Se ha trasladado a Baréin para abrir la primera embajada del régimen en el reino, un año después de que Manama y Tel Aviv normalizaran sus lazos.
A diferencia de las autoridades de Baréin, el pueblo no está nada contento con la visita, como se puede apreciar por los neumáticos en llamas a las afueras de la ciudad capitalina.
Los manifestantes lo consideran una traición a la causa palestina.