Los Emiratos Árabes Unidos, un país moderno en los desiertos del Golfo Pérsico; con autopistas elipsoidales de cuatro carriles, autos caros, rascacielos imponentes, hoteles elegantes, centros comerciales de última generación y todos los demás aspectos de la modernidad excepto uno: los derechos humanos, incluso en su forma más básica.
Durante años, los activistas políticos emiratíes han perseguido devotamente este Santo Grial, poniendo en peligro sus vidas y las de sus familiares.
El quinto día de noviembre de este año, una trágica muerte en los Emiratos Árabes Unidos ocupó los titulares.
Mohamad al-Nuaimi, hijo del disidente político emiratí autoexiliado Ahmed al-Nuaimi, que sufría de parálisis cerebral, falleció en un hospital de Sharjah.