Han pasado apenas unos años desde que Muhamad bin Salman ascendiera como príncipe heredero y líder de facto del Reino de Arabia Saudí.
Sin embargo, durante este período de tiempo bastante corto, ha dañado su reputación y su imagen presentándose a sí mismo como un joven príncipe que busca someter a todo el reino al yugo de su servidumbre, mientras no deja de sorprender al mundo con su insensible desprecio por la vida humana.
Arrestar a otros príncipes, personas influyentes y activistas de derechos humanos, librar una guerra sangrienta contra los pobres civiles yemeníes y abocarles a vicisitudes como el hambre y enfermedades, y matar a sus oponentes, como ocurrió en el caso del periodista saudí Jamal Khashoggi, son solo unos pocos ejemplos que ponen de relieve que Bin Salman está preparado para cometer cualquier delito para asegurarse que tendrá un fácil acceso al trono.
No obstante, existen algunos casos que al joven príncipe heredero saudí le privan del sueño, como el de Saad al-Jabri, un ex alto oficial de inteligencia del reino, que ahora vive exiliado en Canadá.